En los últimos días hemos sido testigos de noticias desagradables como la pérdida de la vida de jóvenes, algunos de esos casos relacionados con actividades no lícitas, entre otras causas, pero cada vez son más frecuentes los actos violentos entre adolescentes.
Y es que, aunque las autoridades así lo presumen, Tlaxcala no es una isla ni un paraíso en el que no pasa nada, pero su narrativa está más enfocada en un tema político y dejan a un lado el tema social, ese que el resto de los sectores percibe y contrasta totalmente con quienes nos dicen que no queremos a Tlaxcala, solo por ver la realidad.
Sin embargo, también es cierto que siempre es más fácil culpar a los demás de lo que pasa en nuestro entorno, pero no asumimos nuestras responsabilidades, lo digo porque como sociedad también hemos dejado de hacer lo que nos corresponde, pues la pérdida de valores no es culpa de las autoridades, sino de los núcleos familiares que no los fomentan.
Mucho se dice de la vida disparatada (por decir lo menos) de los jóvenes, y, en muchos casos de su culpabilidad por elegir «caminos que no les convienen», pero poco se dice de lo que no se ha hecho para evitar que sean esos «caminos» los elegidos.
Es pertinente decir que las familias, escuelas, docentes, autoridades, sociedad en general, somos corresponsables de generar entornos que provean, protejan, motiven y orienten a los jóvenes, es fácil decirlo, pero poco trabajo hay al respecto.
Los adultos obviamos el vacío en el que viven las y los jóvenes, la Internet y las redes sociales generan espacios vacíos que dejan pocas opciones para un desarrollo sano, pues están cerca de la violencia, corrupción y abandono, por lo que les resulta más probable que opten por conductas de riesgo, lo que me hace pensar que entre los niños y jóvenes se normaliza la violencia desde un entorno casi imperceptible.
Pero tampoco es fácil para los adultos, porque tampoco nos es fácil escuchar, acompañar o brindar alternativas como el deporte, la cultura, la educación o participación comunitaria, porque tampoco nos involucramos consciente y responsablemente en esas actividades.
Entonces, ¿cómo queremos que la juventud encuentre sentido de pertenencia en acciones positivas?
Me lo contaron ayer
La semana pasada nos enteramos del deceso de un joven de apenas 15 años de edad, estudiantes del Cetis 132, ubicado en la comunidad de Ixcotla, en el municipio de Chiautempan, este acontecimiento estremeció a gran parte de la sociedad tlaxcalteca, pues solo vemos con impotencia que la violencia escala a sectores anteriormente inimaginables.
Este caso saca a la luz muchos aspectos negativos que se viven en ese subsistema, en el cual se han observado diversos actos entre padres de familia y personal docente, todos esos actos relacionados con corrupción, supuesto robo de dinero por parte de quienes encabezan los comités de padres, pero también han dejado de lado lo más importante, que es la formación académica y cívica de sus más de mil alumnos.
El plantel se encuentra prácticamente en el abandono, incluso, si las autoridades se dieran una vueltecita por las instalaciones se darían cuenta que las aulas parecen todo menos un salón de clases.
Y sobre el mismo caso del deceso del joven estudiante la Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE) tiene la enorme oportunidad de demostrar a la sociedad tlaxcalteca que sí es eficiente y esclarezca el lamentable acontecimiento, aunque, a decir verdad, se ve muy complicado que tengan siquiera la intención de hacerlo.