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Opinión | Los 500 años de Tlaxcala, pan, circo y baches: Antonio Guarneros

Para orgullo, el de los tlaxcaltecas, porque nacimos en “la cuna de la nación”, lo que se suma a un sentimiento de arraigo, pertenencia y grandeza que todos experimentan a flor de piel… todo esto puede ser cierto y sí, mucha gente lo cree, lo piensa y lo siente, sobre todo ahora que dicen los que dicen que saben, “sin Tlaxcala no hay México”, premisa que no vamos a discutir aquí, porque a veces ni los historiadores se ponen de acuerdo en cuándo, cómo y dónde ocurrieron los hechos pasados, porque “la historia es de quien la cuenta”.

Y todo este cuento viene a cuenta, porque en estos días, la gente que vive en la capital y municipios aledaños, están saturados de información de los grandiosos festejos por los 500 años de la fundación de la ciudad de Tlaxcala, pero no todos son partícipes, aunque quienes están “haciendo una nueva historia” se jacten de que “todos” los tlaxcaltecas están disfrutando de las grandiosas actividades organizadas para tal celebración, de lo cual tengo mis dudas.

En la inauguración de las festividades, la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, habló de “la grandeza de un pueblo que eligió la diplomacia sobre la guerra y que hoy vuelve a ser referente de paz, igualdad y transformación”, ah caray.

Pues he aquí las preguntas: ¿cuál paz?, si la violencia e inseguridad están a la vuelta de cualquier esquina; ¿cuál igualdad?, si en el evento de inauguración se apartaron decenas de lugares “VIP” para la clase privilegiada, llámense funcionarios, políticos, diputados, familiares de los políticos, etcétera, marcando una “gran diferencia” de clases, ya que “el populacho” se quedó de pie, sólo esperando que iniciara el baile que siguió al acto protocolario, y esa diferencia de clases, marcada con vallas, se hace en diversos eventos públicos, abriendo paso a las camionetas blindadas para que “los meros meros” no se rocen con el pueblo ni ensucien las suelas de sus zapatos, mientras que el resto de los tlaxcaltecas padecen el caos que se genera por el cierre de calles.

¿Cuál transformación?, si la clase privilegiada quiere seguir en ese estatus, buscando los mejores ajustes políticos para no quedarse fuera y seguir viviendo a costa del “populacho” en una falsa democracia de la que presumen los que hacen “la nueva historia”.

Los festejos por los 500 años de la fundación de Tlaxcala es un claro ejemplo de que al pueblo “pan y circo”, acompañado de una interesante travesía por las calles de la capital sorteando baches, hoyos y casi casi socavones. Pero eso sí, los tlaxcaltecas somos muy felices con “las actividades circenses” de talla internacional, con el anhelo por elaborar el pan de fiesta más grande del mundo, ¡qué agusticidad!, con eso que el mundo ruede y que “la nueva historia” se siga construyendo, presumiendo un “legado histórico de la entidad como raíz de México”, que no ve clara “la herencia con las luchas actuales por la justicia social, la igualdad y el humanismo mexicano que guían la Cuarta Transformación”, que tanto predican los hacedores de historias.

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