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Claudia Sheinbaum y la firmeza que incomoda: Vicente Morales Pérez

*Pensar, decir y hacer: responsabilidad de la 4T.

México atraviesa un momento de transformación profunda. No es un eslogan, es una realidad viva que respiran millones de mexicanas y mexicanos todos los días. Esa transformación, parida desde la esperanza popular y consolidada con el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, tiene continuidad en una mujer que ha sabido unir ciencia, convicción y valor político: la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.

No sorprende, aunque sí indigna, que las resistencias del viejo régimen hayan vuelto a ensayar su guion. Las élites que se sintieron despojadas de sus privilegios, los voceros del miedo, y los nostálgicos del autoritarismo disimulado, no soportan que una mujer de izquierda, honesta, académica y congruente, sea hoy quien encabeza el Estado mexicano con firmeza democrática.

Desde hace días, se ha intentado construir un clima artificial de desgaste, disfrazado de “descontento juvenil”, amplificado por redes sociales y abonado por ciertas plataformas que disfrazan su clasismo y misoginia con supuestas banderas de libertad. La llamada “marcha Z” no fue un acto espontáneo ni inocente: fue, en gran medida, una puesta en escena de sectores que nunca aceptaron que el pueblo decidiera su destino por vías democráticas y que ven en la presidenta Claudia Sheinbaum a una figura incómoda, porque no se le puede comprar ni manipular. Este argumento no busca quitar legitimidad a quienes disienten de la 4T con veracidad, por el contrario, es una crítica a quienes injustamente han utilizado y manipulado el derecho legitimo de aquellos que piensan diferente y han secuestrado desde la mentira, un ejercicio de libre expresión.

Pero conviene decirlo con claridad: la presidenta Claudia Sheinbaum no le debe nada a las cúpulas. Su fuerza emana del pueblo, de millones de personas que reconocen en ella la continuidad de un proyecto nacional que por fin puso en el centro a los olvidados. Atacarla no es solo un ejercicio de mezquindad, es también un acto de profunda desesperación de quienes perdieron el control del poder público, de quienes ya no dictan las agendas, de quienes no pueden someterla con chantajes ni presiones mediáticas.

Lo que está en juego no es un tema menor. Se busca desacreditar, desinformar, desgastar. Se siembran tendencias, se manipulan narrativas y se instrumentaliza a ciertos sectores sociales, incluyendo a juventudes que, con toda razón, exigen más oportunidades, más diálogo, más participación. Pero seamos justos: ningún gobierno ha invertido tanto en educación, becas, empleo joven, ciencia y cultura como este. Y ningún presidente o presidenta en décadas había hablado tan abiertamente con la juventud, sin pretensión ni condescendencia.

Es legítimo que haya debate. Es sano que haya crítica. Pero lo que no es aceptable es la descalificación burda, el insulto programado, la posverdad que intenta sustituir a la política. La presidenta Sheinbaum ha respondido con altura: sin insultar, sin polarizar, sin caer en la trampa de la confrontación estéril. Esa es su talla. Esa es su diferencia. Mientras algunos la quieren ver tropezar, ella sigue gobernando, trabajando, construyendo, escuchando.

Defender a Claudia Sheinbaum no es un acto de lealtad ciega. Es un deber ético ante una mujer que ha demostrado solvencia técnica, liderazgo democrático y visión de Estado. Es una defensa a la continuidad de un proyecto que ha traído dignidad al salario, piso parejo a los más pobres, y una nueva ética al servicio público. Es también una defensa del derecho de las mujeres a ocupar espacios de poder sin ser degradadas por su género, por su tono de voz o por no responder al estereotipo que el patriarcado político aún pretende imponer.

Por eso hoy decimos con firmeza: no pasarán. No pasarán las calumnias, ni los montajes, ni las provocaciones disfrazadas de rebeldía. No pasarán quienes buscan dividir a la izquierda, quienes quieren una juventud anestesiada o encauzada por los mismos intereses de siempre. La presidenta Sheinbaum no está sola. La respalda un pueblo consciente, un movimiento amplio, una historia de lucha, y una convicción que no se doblega.

Vendrán más intentos de desestabilizar. Pero también vendrán más obras, más apoyos, más derechos conquistados. Porque mientras otros gritan para confundir, nuestrapresidenta gobierna para transformar.

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