385 Grados
Región Norte

La Crónica de David Chamorro Zarco «El maguey, planta de maravillas»

*Cronista Municipal de Yauhquemehcan, Tlaxcala.

385 Grados / Yauhquemehcan/ REDACCIÓN/ Cuando mi familia y yo llegamos hace poco más de cuarenta años, procedentes de la Ciudad de México, para instalarnos a vivir en una pequeña casa en la comunidad de San Lorenzo Tlacualoyan, en el Municipio de Yauhquemehcan, Tlaxcala, pude conocer, a la edad de ocho años, lo que era un sembradío de maíz y la maravillosa estampa de una yunta de bueyes trabajando en las tierras de labor.

Empero, una de las cosas que más poderosamente llamó mi atención fue saber que mi abuelo era tlachiquero, esto es, la persona que acude todos los días a recolectar el aguamiel que producen los magueyes, haciendo su raspado respectivo, para luego llevar el néctar al proceso de fermentación para convertirlo en pulque.

Me maravillaron las plantas de maguey, pues superaban los dos metros de altura e incluso en algunos casos, mi abuelo —que era un hombre que superaba ya los setenta y cinco años de edad y que padecía los estragos de un par de ataques de embolia—, tenía que ascender a ellos utilizando una escalera.

Años más tarde, cuando tuve la oportunidad de estudiar historia en la Universidad de Tlaxcala, me encontré con que uno de mis profesores más destacados, el Maestro José Juan Juárez Flores, me compartió que en su tesis de grado había hecho una investigación de historia económica acerca de la importancia que durante la última parte del siglo XIX tuvo la producción y venta de pulque en la entidad y de él escuché por primera vez el nombre de Don Ignacio Torres Adalid, uno de los hombres más ricos y poderosos de la región en ésa época dedicado, esencialmente a la explotación de haciendas pulqueras.

Volví a escuchar ése nombre en la más reciente sesión del Consejo de la Crónica del Estado de Tlaxcala que, de manera mensual, reúne en diversas sedes a los Cronistas de la entidad.

En esta ocasión la anfitrionía corrió a cargo de los compañeros del Municipio de Nanacamilpa y, casi por antonomasia, todo mundo comenzó a pensar en el pulque de magnífica calidad que se produce en la zona.

En efecto varias fueron las actividades y referencias a las magueyeras y a la producción de pulque, pero en lo especial destacó una exposición de trascendental importancia que hizo e Doctor Eric Ortega Sánchez, un afamado investigador que, desde hace casi dos décadas, dedica sus esfuerzos científicos a conocer mejor todos los aspectos inherentes a la planta de maguey con resultados verdaderamente sorprendentes.

El Doctor Eric hizo muy breves referencias a la historia y a los mitos que, según la cosmogonía de nuestros antepasados, explicaban el origen e importancia del pulque como un regalo de los mismos dioses. Lo que de inmediato atrapó nuestra atención fue el escuchar la importancia que tuvo durante el porfiriato la reducción y venta del pulque, primordialmente en el principal mercado que era la Ciudad de México.

De acuerdo con los datos aportados por el investigador, la producción y venta del pulque habría sido el corazón de la economía tlaxcalteca al menos durante medio siglo, particularmente desde las haciendas dedicadas al ramo instaladas en la región poniente de la entidad, cuyos suelos, altura y demás condiciones naturales, permitieron el desarrollo extraordinario de unidades económicas que, con gran capacidad logística, producían diariamente miles de litros de pulque, y que con la ayuda del ferrocarril y de ramales de vías que entraban a las haciendas o a los ranchos, movían la producción dando a los dueños de tales empresas una fortuna que les colocó como miembros de la aristocracia durante los años de gobierno de Don Porfirio Díaz Mori.

Resulta por demás interesante saber que desde el último tercio del siglo decimonónico se hicieron grandes inversiones para que a través de la experimentación bioquímica se lograra encontrar un método de poder alargar la vida útil del pulque, particularmente conservando todas sus características sensoriales y nutritivas.

No obstante, al decir del investigador, durante muchas décadas ése método de conservación fue la gran deuda científica con el pulque; empero, en nuestros días, ya se le puede envasar, manteniendo sus características nutrimentales y sensoriales, al grado de que ha logrado su deshidratación para comenzar a producir y comercializar pulque en polvo.

Fue conocido por nuestros antepasados mesoamericanos, que el maguey es una planta tan noble que se le aprovecha de manera integral. Como lo sabe casi cualquier campesino versado en la materia, no hay mejor manera de retener la tierra de la erosión que a través de la siembra de una línea de magueyes en los límites de las fracciones de terreno cultivable. Además, estas plantas no requieren mayores cuidados ni agua en abundancia o regularidad, de manera que prácticamente pueden crecer en cualquier lugar.

Más allá de lo conocido por la gente del campo, es de gran importancia saber que del maguey están comenzando a aprovecharse decenas de productos, no sólo en la presentación del pulque, sino en la síntesis de azúcares y mieles que resultan muy poco dañinas para personas con diabetes; se ha podido extraer la esencia del maguey para utilizarla como saborizante y dar a las comidas, por ejemplo, a las preparaciones de carnes, un saber característico del mixiote tradicional, sin tener que lastimar a la planta con el retiro de su epidermis; se ha podido deshidratar el pulque hasta tenerlo en una presentación en polvo, al tiempo que también de algunas de sus hojas o pencas, debidamente trabajadas, se ha podido producir un destilado de alta calidad; todo ello sin hablar, desde luego, del uso de sus fibras para la fabricación de hilos o tejidos que, al decir del científico expositor, tendrían tanta fuerza como para poder servir como coraza protectora para los elementos adscritos a la policía o las investigaciones que se están realizando ya de manera sostenida y sistemática para la ingesta de aguamiel en el tratamiento de enfermos de diabetes.

En nuestro mundo moderno, en este en que se ha discutido desde hace décadas la necesidad de la reducción de los gases que generan el efecto invernadero, en que hay evidencias más que contundentes acerca de la realidad que constituye el cambio climático y el consecuente calentamiento global; en que se habla de la necesidad imperiosa de la reforestación para incrementar la producción de oxígeno y para regular el calor y la frecuencia de la lluvia y, finalmente, en nuestros tiempos en que, casi como un esfuerzo desesperado, la comunidad mundial ha diseñado una agenda llamada 2030, con objetivos de sostenibilidad y se habla con un tono dramático de que ahora sí, estamos ante la última oportunidad antes de que se desate el caos.

Pues resulta, en las palabras del Doctor Eric Ortega Sánchez, que el maguey y su siembra masiva, pueden ser una solución a estos problemas globales, ya que estas plantas son capaces de producir muchísimo más oxígeno que el que genera cualquier árbol, atrapando, igualmente, más cantidad de dióxido de carbono que cualquier especie del reino vegetal.

Si a esto se aúna la adaptabilidad de los magueyes y su capacidad de retención de tierra, evitando la erosión, el paquete está completo, quiero decir, que se trata de una propuesta que podría ser ideal para el combate de nuestros males modernos en el medio ambiente.

Resulta evidente, con la valoración simple de los datos de producción que tiene Tlaxcala en su producción agrícola, que está muy a la saga en tal renglón, si se le compara con otras entidades, por ejemplo, productoras de cereales, como la región de El Bajío.

Si en nuestra entidad hubiera un esfuerzo sostenido por repoblar de magueyes lo campos tlaxcaltecas, habría una nueva oportunidad para la producción de diversos bienes a partir de esta planta maravillosa, salida de las manos de los dioses, al tiempo de contribuir a la diminución del calentamiento global.

Si programas como Sembrando Vida, al menos en el altiplano mexicano, se dedicara íntegramente a la siembra de magueyes, con toda seguridad habría un éxito rotundo.

De hecho, al visitar el Rancho San Isidro, propiedad de la familia Del Razo, en el mismo Municipio de Nanacamilpa, pudimos presenciar lo exuberante de la siembra de estas plantas, pues se trata de unas decenas de hectáreas llenas de este verdor avasallante y bello.

Mucho se ha comentado acerca de las leyendas negras generadas en torno del pulque, primordialmente después de la década de 1950 y que coinciden con la irrupción del mercado de la producción cervecera en nuestro país.

De verdad, bien se haría en Tlaxcala tratando de impulsar, de manera sistemática, articulada y sostenida, una campaña permanente que reivindique el honor de la producción y el consumo del pulque, generando un elemente identitario.

Uno de los dueños del Rancho San Isidro nos expresó, mentiras degustábamos del verdaderamente exquisito sabor de un pulque curado de fresa, que los campesinos de nuestros días, carentes de las grandes inversiones y la tecnificación necesaria, siguen viendo todos los días al cielo, temiendo siempre lo peor: una helada tempranera, una sequía prolongada, una temporada de tormentas, pues saben que en ello se va su inversión, y, en cierto modo, en ello se les va la vida.

En cambio, con la siembra, el cultivo y la explotación magueyera, nada de esto hay que temer, porque esta planta es un verdadero guerrero que sobrevive a cualquier condición. Si han pasado miles de años en que se ha comprobado a carta cabal su resistencia y adaptabilidad, bien valdría la pena mudar los esfuerzos de los campesinos para dejar los cultivos que consideramos tradicionales y llevarlos a la siembra masiva de magueyeras.

Ahora que escribo, otra cosa que recuerdo de mi niñez y de mi breve contacto con mi abuelo, fue su aprovechamiento al máximo del suelo cultivable. El hombre no dejaba un solo metro cuadrado sin sembrar, en su afán legítimo de levantar una buena cosecha de maíz.

Acaso hoy valdría le pena aplicar el mismo principio en Tlaxcala: que no quedara un solo metro cuadrado de tierra cultivable sin llenarlo de magueyes, y con ello, además de una fuente permanente y segura de ingresos, estaríamos poniendo a nuestra entidad a la vanguardia en este esfuerzo desesperado que hoy vive el mundo de poner un alto al calentamiento global; estaríamos dando el ejemplo de cómo se preservan las tierras, de forma sustentable, de la erosión destructiva y, desde luego, tendríamos a Tlaxcala como una productora enorme del oxígeno que es vital para nuestra existencia y la de todo nuestro planeta.

Ya no pensemos, como llegó a verse un día, que el maguey era el símbolo de retardar la era industrial. Veámoslo como lo que es: un regalo que nos hicieron los dioses para la riqueza, la armonía y el placer.

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